jueves, 3 de octubre de 2013

Flor Isava, Una mujer fuera de serie

DEDICACION ENTUSIASTA, ENERGIA PURA Y PASION INTENSA…POR LA VIDA!!
 Maria Elena Mendoza E.

Tiene que ser así. Ahora entiendo porqué no le gusta cocinar. Cuando el espíritu tiene su vigor en hacer de la vida mucho más que un simple tránsito terrenal, la energía se adquiere con la satisfacción de dar, más que de recibir. Alimentarse viene siendo un requisito indispensable para sobrevivir, nunca un culto o una devoción.
Flor Isava nació y creció dedicada al ballet, la pintura, el piano, a sus estudios de historia y literatura y dice con frecuencia: “Yo soy una intelectual prestada al deporte y que éste se olvidó devolver”. Se educó e Europa, en colegios de Bélgica e Inglaterra, en donde practicó un poco de Hockey y Equitación.
De regreso a Venezuela, a fines de 1939, empezó su carrera deportiva en firme, destacándose en Tenis, Golf, Equitación y Natación, ganando muchas competencias entre los cuales, un subcampeonato nacional de Golf, y el más destacado en Equitación al lograr clasificar para el equipo que representaría a Venezuela en las Olimpíadas de Berlín en 1956. Para su gran decepción, una fractura de fémur la imposibilitó para competir y la condenó a 10 años de inactividad debido a una osteomielitis.


La primera mujer, en un mundo de hombres
Flor Isava es una mujer fuera de serie. No sólo ni lo más importante porque fue la primera mujer que entró a formar parte de la asamblea del Comité Olímpico Internacional (COI), en 1981, de la mano de Juan Antonio Samaranch, elegido presidente un año antes, sino que también fue la primera que perteneció a la Comisión Ejecutiva, del mismo comité, en el periodo comprendido entre 1990 y 1994. Sin duda, la primera mujer que penetraba un mundo dominado por varones.
“Fíjate que cuando entré en el Comité Olímpico, era un club de hombres y nunca se soñó que entrara una mujer. El presidente Samaranch decidió que abriría las puertas a las mujeres y me correspondió a mí ser la primera. Se cambió el saludo… Señoras y señores… ¡Imagínate! ante 80 hombres. No me quedé tranquila. El COI tiene una Junta Directiva y me dije, yo voy para allá y empecé a trabajar por eso. Trabajando es como se logran las cosas. Nunca pensando que es un sacrificio. Así no sirve, porque un sacrificio es una cosa odiosísima”.

Siempre me ha tocado trabajar con hombres y nunca me he sentido discriminada o menospreciada. Se trata  de demostrar tu competencia en el trabajo y el guáramo que tienes para defender tus posiciones.

Coqueta, perseverante, optimista y feliz. Amante de Bolívar y de Sucre. Esta gentil dama que tanto orgullo, prestigio y fama le ha brindado a Venezuela en el ámbito olímpico internacional, es además ordenada, fina y amable. En su casa observamos más de un centenar de trofeos y condecoraciones. Hasta un facsímil de “Le Figaro” que titula “La première femme au Comité Olympique ». Aunque quizás lo que más desborda es una sincera humildad y una franca sencillez, para quien retó las costumbres y tradiciones de una sociedad formada para el universo masculino en las décadas de 1970 y 1980.

En los ancestrales Juegos Olímpicos, las mujeres no sólo tenían prohibido participar. De hecho, tenían prohibido siquiera entrar en las zonas de competencia como espectadoras. Si las descubrían allí, el castigo era la muerte. Entonces las mujeres crearon sus propios juegos, dedicados a la diosa Hera. Hermana-esposa de Zeus, a quien eran dedicados los Juegos Olímpicos.

Una fundación para los olvidados
Pero, ¿Cómo es que una dama elegante y educada en Inglaterra, a los 80 años decide que todavía quiere hacer algo más?
“Había que amoblar mi otoño con las cosas que me gustan. Porque yo soy así. Ya estaba en lo más alto que podía lograr. La primera mujer en formar parte del Comité Olímpico Internacional. Ya soy miembro honoraria por méritos. Toda la vida me ha gustado organizar cosas, especialmente las cosas difíciles y de ayuda a los demás, me gustan las cosas útiles. La gente me pregunta por mi eterna juventud, digo que es precisamente porque no tengo tiempo para ocuparme de mi misma ni de lo que hacen los demás, pues tengo mucho que hacer por quienes necesitan ayuda”.
“Ese es el final de mi vida… A mi alrededor vi muchas personas vivir de nostalgia y de fastidio cuando tuvieron que dejar sus actividades: canto, deporte, pintura, lo que fuera. Yo dije, no. A mi no me va a pasar nada de esto en mi vejez -o en mi otoño si no queremos utilizar la palabra vejez-. Me voy a preparar. En 1989, se me ocurrió organizar una fundación, pero ¿para hacer qué? Entonces  pensé que ya habían fundaciones para los niños, para el sida, tuberculosos. Como me gusta trabajar con adultos, pensé en las cárceles, donde nadie quiere ir”.
“Hay el concepto generalizado de que quien comete un crimen tiene que pagarlo y tiene que sufrir, pero ¿y después? ¿Cuándo salga qué? Algún día va a salir y tiene que volver en la sociedad. Un día me conecté con el director de la cárcel de Ciudad Bolívar y le dije que estábamos preparados para dar cursos con Rolando Hernández, quien es hoy en día la estrella en eso, para ver como nos desenvolvíamos. Es un medio muy difícil, triste y negativo. Y te observan, ¿quién es esta señora de la High y qué viene a buscar aquí?”
“Entonces dicté un taller, sobre el por qué las cosas y el destino. Terminamos panas del alma y nos sentamos a armar cursos de autoestima, autogestión, autocrítica. De todo lo que se necesita saber y entender para vivir ese paso por una cárcel”.
En cinco años reuní 5 millones de bolívares con lo cual monté la oficina y comienzo a viajar por todo el país, tanto así que la línea aérea AVIOR, conociendo mis movimientos  y el carácter de la Fundación, me nombró viajera honoraria y ahora yo no pago pasaje en esa línea.
“Extendimos la labor a los barrios. Clubes familiares comunales. No me van a creer, es más difícil allí que en las cárceles. Porque los presos están confinados a estar allí sin hacer nada, están ansiosos de recibir cualquier cosa. En cambio en los barrios, las juntas directivas son puestas por ellos, pero cambian, se van los buenos, no hay reemplazos. En 1995 el IND empieza a darnos fondos para los dos programas, en el 2001 el IND nos quitó el apoyo económico. Pero yo no me espanto con nada.
Me fui a la CANTV, y tomaron el programa de las cárceles. Los que quedaron fuera fueron los clubes comunales pero allí tienen las misiones del Gobierno”.
“Esa obra da una satisfacción inmensa, una obra que compensa todo lo desagradable que pueda ser para otros, porque no lo es para mí. No es por echarme flores pero yo me siento muy bien en mis cárceles. La última vez estuve en El Rodeo, les entregamos una buena cantidad de materiales como balones de voleibol, baloncesto, etc. Un aporte de 600 mil bolívares más los cursos, uniformes, etc. Esto ha generado los juegos internárseles y un movimiento de solicitudes de materiales que se les entrega a los presos directamente con un mensaje de confianza. Yo soy entre dulce y amarga, y los responsabilizo por sus equipos.

Esa Rosa que no es Linda
Hablando de reos no puedo dejar de hablarle del caso que impactó a Venezuela entera. La sentencia al presunto agresor de Linda Loaiza por la juez Rosa Cádiz, que lo absolvió de toda culpabilidad.
“Las cosas que estamos viendo son terribles, y lo peor es que nos estamos acostumbrando. Yo trato de no ver televisión, las noticias. Porque lo que no puedo cambiar, no quiero ni saber. Esto no tiene sino una definición: el drama. Y una mujer que haya dictado esa sentencia, lo hace doblemente dramático. La recompensa de este trabajo está en las cartas que recibo de los presos; agradecimientos, donde dicen cómo han cambiado”.
“Doña Flor cuando yo llegué aquí, a esta cárcel, yo no creía en nada, ni en mi mismo. Ahora soy otro hombre. Ahora creo en la vida. Yo más nunca voy a volver a delinquir y voy a ser cada día mejor. He compuesto una canción que dice así: Un día encontré una flor, esa flor se ocupó de mí y más nunca volveré a caer. Esa canción es el himno de la cárcel de Cumaná y ganó el 1er premio de un concurso de música carcelaria.

La vida es bella y morirse es de mal gusto
“Seguiré trabajando en lo que me gusta mientras pueda hacerlo. Trabajando es como se logran las cosas. Y lo he hecho con una inmensa alegría de vivir.  Por eso quiero seguir viviendo, la vida es bella y morirse, es de mal gusto”.
La humildad de su carácter obliga a sentir admiración por esta señora del mundo olímpico internacional, que exhibe en su cálido hogar fotografías con personalidades de alta magistratura e importancia: Nelson Mandela e Indira Ghandi, los más admirados por Doña Flor. El Rey Juan Carlos de España, la Reina Paola de Bélgica, y el propio Samaranch reposan en sus vívidos recuerdos de mayor participación deportiva.
Flor Isava insiste en que el éxito se alcanza cuando se tiene una idea muy clara de las posibilidades de cada quien y una perseverancia sostenida en la consecución de los objetivos. Y para los hijos las herramientas fundamentales son: enseñarlos a ser fuertes, a resolver, no quejarse y ser independientes. Pero sobre todo, hay que comprenderlos para darles seguridad.
Tiene una familia pequeña pero unida y solidaria, que se apoya en todo. Que mantiene un optimismo envidiable por la vida, por ese maravilloso don de Dios, de permitirnos seguir existiendo. Flor Isava es un ejemplo de mujer, de humanidad, de atleta y de gerencia, que a los 83 años se mantiene activa haciendo de ese amor por la vida, un pedacito de ilusión en los que, desde sus celdas, no alcanzan a verla con esa misma pasión.

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