jueves, 3 de octubre de 2013

Carlos García, el resumen de un sueño

Maria Elena Mendoza E.
Lo más ALTO de la gastronomía venezolana en el paladar caraqueño
Cuando habla con tanta pasión sobre la cocina tradicional venezolana y la necesidad de redimir nuestros platos de antaño, creados en los fogones de las cocinas criollas, Carlos García revela su necesidad interna de crear por la memoria, el recuerdo y la identificación de un plato, la situación, el momento o la historia que el sabor evoca.
Caraqueño, criado en una familia fervorosa de la buena mesa, con ingredientes catalanes, tuvo dos intentos fallidos de estudiar derecho y administración, se decidió por la gastronomía y tomó rumbo a la Escuela de Hostelería Hoffman, en Barcelona. Durante ocho años trabajó en varios lugares entre ellos El Bulli, El Racó d’en Freixa, La Broche y La Mantequería Ravell. Al cabo de ocho años,  colmado e inspirado del repertorio gastronómico español, y con muchas ganas de emprender su proyecto único de culinaria venezolana, retorna a la patria.
-          Cuando llego a Caracas, lo hago todavía con una visión de una cocina muy europea, una cocina bastante identificada con Europa. Me costó mucho entender al cliente venezolano. Allá la comida es rica, suave, pero no tiene la picardía que tiene la comida venezolana. La nuestra tiene que ser muy gustosa y de mezclas variadas, dulce, salada, picante, nos dice.
A su llegada del viejo continente, Carlos García estuvo al frente de la cocina de Malabar, al que la revista Travel & Leisure designó como el mejor restaurante de Venezuela durante el 2005, él mismo obtuvo el Tenedor de Oro como Mejor Chef de Venezuela, otorgado por la Academia Venezolana de la Gastronomía en el 2006; y ese mismo año la revista Travel & Leisure nombra a Malabar uno de los mejores 5 restaurantes de Latinoamérica.
En la cocina de ALTO, Carlos García se esmera por exacerbar lo esencial de los sabores. Tomar un plato tradicional y trabajarlo hasta evolucionar en una maravilla culinaria que sorprenda, deleite y fascine al comensal, es el objetivo fundamental de su cocina.
Pausado, con una sencillez que quienes le conocen de cerca dicen es una de sus virtudes, Carlos García nos va contando cómo es que no tiene estilo alguno sino el empeño genuino de hacer que sus platos le recuerden un ‘algo’, un ‘dónde’ o un ‘lo que pasó’.
-          ¿Cuándo hablas de cocina con raíces, a qué te refieres?
-          Hablo de una cocina de casa, la de mi abuela, del domingo, de toda la familia reunida por tradición. Cuando quizás el motivo es el plato mismo y esa la razón de estar juntos. La principal razón de mi cocina es el recuerdo, el día a día, la cultura. Identificar un sabor que ya conocía, que me marcó por la persona que lo hizo o por la situación que se vivió. Hacer algo con un sabor desconocido no es lo que me gusta porque me sabe a improvisación.
-          Esa cocina de la tradición ¿no te crea conflicto con los ingredientes o tu materia prima?
-          No, porque la cocina que hacemos aquí es de productos bastante básicos, elementales. Lo que buscamos son productos frescos, de calidad. De ahí en adelante buscamos qué hacer. Si no consigo lo que busco, trabajo con lo que existe. Por ejemplo hoy bajé a La Guaira y no conseguí pargo, había roncadores y eso fue lo que traje. Ahora veré como los trabajo. Iba a traer sardinas pero no me gustaron, así que tengo el roncador que se identifica con mis idas con mi familia a la playa. Lo esencial es identificarse con una situación; por ejemplo, el cochino lo asociamos con El Junquito. Si el sentarse aquí y comer algo les hace recordar ALTO, ya habremos logrado algo. Eso es lo que queremos.
En esto no se equivoca, degustamos una serie de platos durante la entrevista,  entre ellos un mojito de albahaca con vodka, un huerto de verduras y un fondant de auyama con foi gras, que estamos seguros nos recordará por siempre haberlo hecho allí. La materia prima perfecta y el amor por la cocina son, para García, el secreto del placer divino de comer.
-          Los comensales venezolanos gustan mucho asociar o destacar sus experiencias gastronómicas con lo experimentado en otras latitudes: Inglaterra, París, Nueva York ¿Cómo experimenta entonces esta gastronomía nacional, de ALTO?
-          El esnobismo es una situación que nos ha obligado, o a mi particularmente, me ha obligado a trabajar sobre mis raíces, porque es muy triste que la gente venga y diga que quiere un salmón cuando lo que tenemos es un roncador que está muy fresco y vivo hace seis horas. El salmón viene congelado de Dinamarca. O que te digan que no van a pagar por unas sardinas y que prefieren hacerlo por un mero que no está en las mismas condiciones que las sardinas.
-          ¿Cómo te sientes tú con respecto a eso?
-          Pues nos hemos atrevido y arriesgado apostando a lo que ofrecemos y nos ha ido muy bien. Quizás al principio fue más entretenido hacerle ver a la gente que intentábamos entregar algo diferente y se ha aceptado y entendido. La gente lo disfruta.
-          Siempre intento en el menú tener productos no costosos: huevos, sardinas, chorizo, vísceras, etc. como referencia de productos, no para hacer platos tradicionales. Por ejemplo hacer un asado negro con osobuco, que es una carne menos seca y más gelatinosa. O lomito guayanés. En la próxima carta tendremos una tarta tatín de mollejitas de pollo, lo planteamos de forma diferente.
Se dice que en la gastronomía venezolana lo que prima es un conjunto de aromas y sabores que enmarcan una cocina de marcados gustos y llamativos colores, de raíces indígenas fusionada con una innegable influencia europea, -española principalmente-, lo que ha dado como consecuencia de esta mixtura, una cocina única y dueña de una marcada personalidad gastronómica que se caracteriza por sabores únicos y extraordinarios, la mezcla de lo dulce y lo salado.
-          Esa mezcla de dulce y salado, es un código de la alimentación venezolana.  El ají dulce y el sofrito son el ADN de la gastronomía de Venezuela. El venezolano tenía una cocina bonita. El mundo ha obligado ahora que la mujer salga a trabajar y ya no está como antes en el fogón y la maternidad en ésta, se delegó. Era muy sabrosa. La mujer se tomaba el tiempo para hacer las cosas, como las hallacas que se toman cuatro días en hacerse o el asado que es de un día para otro. Yo siento que no conozco tanto la culinaria venezolana como debería.
Escucharlo hablar nos recuerda a Don Armando Scannone quien se ha dedicado a lo largo de su vida, a perseverar en la cocina venezolana, realzarla y darle un puesto merecido en la gastronomía mundial. De él dice que es más que un mentor, lo llama el tótem sagrado de la cocina.
-          Yo he hablado mucho con él sobre el tema y es una tarea que tengo pendiente: lograr que dentro de mi cocina se involucre más la cocina tradicional venezolana, no hay en Venezuela un lugar donde comer comida tradicional venezolana.
-          ¿Qué nos dices del Mondongo?
-          El mondongo es un plato que tiene una nobleza y una humildad bárbara y tiene que ser muy bien preparado, muy limpio. En casa de Don Armando es algo sublime y el de Mercedes Oropeza, celestial. No me he atrevido a hacerlo. Tengo que estar seguro de que lo voy a hacer bien. Pero el día que logremos entender que hacer una cocina a base de productos venezolanos, con la tradición venezolana, allí tendremos una cocina con los fundamentos para llegar a donde queremos.
El lunes viene Frank Benavente (Círculo de Barquisimeto) a preparar el mondongo. Yo voy a observar su preparación tradicional y de allí en adelante yo voy a ver como hago y si no me sale bien, prefiero no hacerlo. No quiero improvisar.
-          ¿Cuál sería el plato que identifica a la Venezuela de hoy en día?
-          Wow… difícil. Me encantaría poder tener la oportunidad de hacer una cocina muy ligera. Pero eso sería en una situación de tranquilidad. En este momento sería una cocina donde no ocultemos nada, donde el sabor principal del producto se mantenga sobre todo, pero que a la vez tenga la capacidad de ser divertido y vaya más allá de las complicaciones. Creo que vivimos demasiada angustia, demasiado estrés para complicarnos con sabores complejos de especias y salsas que toman mucho tiempo.
Examinando la fidelidad de Carlos hacia nuestra cocina mantuana, conocemos que su plato favorito es la olleta de gallo negro de Mercedes Oropeza. Del amplio oriente venezolano acaricia la cocina del mar que entra por Paria, con esos sabores como el coco y el curry, eso sí, sin omitir un chorizo carupanero, entonces ya no hace falta más nada.
ALTO surgió como un golpe de suerte en su camino, un aviso en prensa lo ofrecía en venta y la oportunidad la tomaron de inmediato. Su nombre surgió por la doble altura del techo adentro y fue una sugerencia en broma que posteriormente le ganó a todas las otras propuestas sobre la mesa.
Por sugerencia de su amigo Edgar Leal, es un lugar sobrio, elegante y discreto, de permanencia y no de moda. Tiene sólo 30 cubiertos y por eso es con reservación. Especialmente de jueves a sábado. Mesas grandes, sillas cómodas, anchas para que la gente se sienta a gusto y pase el rato que desee comiendo y conversando o trabajando. Si quiere estar en ALTO tres horas, pues tres horas allí se puede quedar.
Ya ALTO tiene 4 años en el paladar caraqueño, del mismo tamaño y con el mismo objetivo de hacer propuestas diferentes sobre platos ya conocidos. Siempre habrá cochinillo porque es un delirio para Carlos García, no sabemos si por su parte catalana o por haber ido tanto a El Junquito. Si no puede acercarse, entonces sintonice su televisor los lunes a las 7:30 p.m., en Utilísima, donde Carlos García estará todo este año compartiendo con destacados chefs de Latinoamérica en el programa “PURO CHEF”. Conózcalo en televisión y entonces sí, convénzase de reservar en ALTO para una experiencia culinaria memorable, deliciosa y venezolanísima.
Alto
Primera Avenida con segunda Transversal de Los Palos Grandes. Requiere reservación por el teléfono: 284.3655
            @marielmendozae


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