jueves, 12 de diciembre de 2013

No soporto tanta felicidad


Estoy leyendo los cuentos que algunas mujeres, madres como yo, publican en este portal y me causa mucha gracia las historias de nuestros hijos, que a veces tomamos como unos cuentos divertidos solamente para la familia. De repente notas que pueden ser anécdotas que le arrancarían sonrisas a más de uno!

Yo tengo un cuento de mi menor hijo de 8 años. Tanto Miguel como Gustavo, hermanos, estudiaron en un colegio de educación principalmente católica. Debido a esta educación que trasciende de sus padres, abuelos y demás amigos, casi de la sociedad tal y como ellos la conocen, en casa hemos intentado que no se pierdan los rituales de nuestra religión.

Esto quiere decir que cuando viajamos procuramos ir a la iglesia a escuchar la misa.

Nos encontrábamos en un país de Centroamérica cuando le rogué materialmente a mis hijos que fuéramos a misa ya que, estando de vacaciones, se negaban a asistir a eventos que relacionaban inevitablemente al colegio.

Mi argumento era que en ese templo el sacerdote era muy activo y la ceremonia muy participativa. Sin entenderlo mucho Gustavo finalmente accedió y nos fuimos al servicio católico.

Efectivamente al comenzar la misa, el padre cantó, invito a algunos feligreses a leer las lecturas correspondientes. Así continuamos el rito hasta que al final, el sacerdote convoco a todos a cantar cumpleaños a los participantes que habían cumplido años en la semana, bailamos agarrados de la mano con todos los demás ciudadanos, etc.

Yo veía que mi hijo tenía la cara seria y muy poco entusiasta. Le pregunté que le sucedía, que si se sentía mal. Muy serio volteó la cara y me dijo:

- Ay mama, tú me perdonas pero no soporto tanta felicidad…

Ahí les dejo mi cuento, que espero les cause tanta risa como nos la causó a nosotros en casa.

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